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miércoles, 6 de marzo de 2013

Desmontando los dogmas nacionalistas


El escritor cántabro Jesús Laínz analiza y desactiva los principales argumentos lingüísticos de la ‘fe nacionalista’ durante la presentación de su libro ‘Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de la palabra’.
Alejandro Tercero
Cataluña es una nación, como lo demuestra, sobre todo, la lengua; dicha lengua, es la lengua propia de Cataluña; también se habla otra, el castellano, pero solo por imposición; la Renaixença consiguió reavivar la lengua catalana que, posteriormente, se depuró y fijó bajo la dirección de Pompeu Fabra; durante el franquismo hubo un genocidio lingüístico contra el catalán; y para contrarrestar ese genocidio, no nos queda más remedio que hacer la actual inmersión lingüística.
Estos son los seis dogmas de fe nacionalistas que el escritor Jesús Laínz (Santander, 1965) ha desarmado este jueves en una amena conferencia organizada por Convivencia Cívica Cataluña en el Hotel Catalonia Plaza Cataluña de Barcelona, donde ha presentado su libro Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de la palabra.
El diputado autonómico de Ciudadanos Jordi Cañas; el escritor Jesús Laínz; el presidente de Convivencia Cívica Catalana, Francisco Caja; y el profesor universitario Pedro Antonio Heras, durante el acto de este jueves (foto: JSM).
¿Una lengua, una nación?
Para rebatir el primero de los dogmas (“una lengua es igual a una nación”), Laínz ha propuesto un simple ejercicio: observar a nuestro entorno. “¿Cuántos países de la Unión Europea son monolingües?”, se ha preguntado, y él mismo ha respondido: solo Islandia, todos los demás tienen multitud de lenguas. Solo en el caso de Francia, se puede comprobar que se habla catalán, vasco, corso, italiano, provenzal, alsaciano, alemán y bretón, entre otros, sin contar los dialectos. Una situación que se repite en el resto de países europeos. Además, ha continuado, “si una lengua es igual a una nación, y en la ONU hay representadas 198 naciones y en el mundo hay tres mil lenguas, o en la ONU faltan naciones o en el mundo sobran lenguas”.
Respecto al segundo planteamiento, el escritor se ha interpelado: “¿Qué significa eso de que el catalán es la lengua propia de Cataluña, como dice el Estatuto? ¿Que es la autóctona, como la vegetación; la geológica, que emana de la tierra; la telúrica, que se filtra como los vapores de los volcanes; o la esotérica, que hablan las setas o las piedras?”. Y ha llegado a la conclusión de que “se quiso decir” que es la lengua de los catalanes.
Aspecto de la sala durante la presentación del libro de Jesús Laínz ‘Desde Santurce a Bizancio. El poder nacionalizador de las palabras’ (foto: LVdB).
¿Entonces?, ha continuado, veamos qué hablan los catalanes, y en este caso se puede comprobar que, de forma muy mayoritaria, los catalanes hablan dos lenguas. Sin embargo, si utilizamos el criterio del uso, casi la mitad de la población habla habitualmente en catalán, mientras que algo más de la mitad lo hace en español, que además es lengua materna de más del 60% de los catalanes. Ante esto, los nacionalistas argumentan: “Es que el catalán es la lengua que estaba aquí, mientras que el castellano es la lengua que se nos impuso desde fuera”. “Pero si la clave es la precedencia temporal, el latín estaba antes que el catalán, por lo que esta es la que debería ser la lengua propia de los catalanes, impuesta a sangre y fuego por los romanos; y si vamos un poco más atrás, sería la lengua de los layetanos y otros pueblos ibéricos”, ha concluido irónicamente Laínz para desmontar este argumento por reducción al absurdo.
La supuesta imposición secular del español
El escritor también ha rechazado la tesis de “la imposición” del castellano en Cataluña a lo largo de la historia. “La lengua castellana es la lengua franca de todos los reinos de la península ibérica desde la Edad Media”, ha señalado, y ha recordado que muchos de los reyes utilzaban esta lengua para redactar la mayor parte de sus leyes y documentos, desde Alfonso X el Sabio, hasta Jaime I el Conquistador, o su padre, Pedro II, entre otros ejemplos. “Y esto pasaba en el siglo XIII, un poco antes de Franco y de Felipe V”, ha apostillado.
Laínz ha recuperado la conocida instrucción dictada en 1716 por el secretario del Consejo de Castilla, Abad de Vivanco, en los Decretos de Nueva Planta tras la finalización de la Guerra de Sucesión Española, habitualmente citada por los nacionalistas. Esta instrucción ordenó a los corregidores ‘poner el mayor cuidado en introducir la lengua castellana, a cuyo fin dará las providencias más templadas para que se consiga el efecto sin que se note el cuidado, porque los efectos que de esta uniformidad se siguen son muy beneficiosos porque se facilita la comunicación y el comercio, se unen los espíritus divididos o contrarios por los genios, y se entienden y obedecen mejor las leyes y órdenes’.
El conferenciante ha subrayado que la instrucción hablaba de “introducir la lengua castellana, y no de extirpar la lengua catalana”, como a veces se argumenta. Y ha justificado la orden por el hecho de que a principios del siglo XVIII se estaba iniciando en toda Europa un proceso de unificación de legislaciones, y había una tendencia a la centralización, racionalización y uniformización administrativa. Esta indicación, por tanto, no implicaba una voluntad de hacer desaparecer el resto de las lenguas en España -a diferencia de lo que ocurrió en Francia desde finales del siglo XVII y, especialmente, tras la Revolución, un siglo después-, sino que establecía una lengua de ámbito general.
La normativización del catalán de Pompeu Fabra
Respecto a la Renaixença y a la posterior normativización de la lengua catalana de la mano de Pompeu Fabra, Laínz ha denunciado que, además de los criterios filológicos, se utilizaron motivaciones y criterios políticos. Le ha bastado con traer algunas citas de los lingüistas de la época. “Hay que descubrir, uno a uno, todos los castellanismos que infestan nuestra lengua debido al peligro que corremos de llegar a una casi identificación de nuestro léxico y nuestra sintaxis con los de la lengua dominadora”, decía Fabra.
“Que cada cual escriba la variedad viva de catalán que le plazca, enriqueciéndola, depurándola, completándola, perfeccionándola con los elementos asimilables de la lengua antigua, con los más asimilables de las lenguas hermanas contemporáneas, provenzal, francés, italiano, portugués… de todas ellas menos del castellano, porque precisamente de este último ha de hacer el catalán un trabajo de desasimilización”, decía el editor de L’Avenç Joaquim Casas-Carbó. Desde la misma revista, impulsora de la normativización del catalán, se defendió la adopción del dialecto oriental como base ‘por ser el más opuesto al castellano’.
El catalán durante la dictadura franquista
Por otra parte, el escritor ha negado que durante el franquismo se produjera un genocidio lingüístico de la lengua catalana. Sí ha reconocido que, durante la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura, “se cometieron verdaderas barbaridades y disparates” contra el uso de las lenguas regionales en España, reprimiendo a sus hablantes con todo tipo de censuras y sanciones. Sin embargo, poco después eso cambió y, aunque estas lenguas nunca fueron oficiales durante el franquismo -especialmente en la educación y en la administración-, sí fueron “permitidas” y no estaban prohibidas, como muchas veces se asegura. “Esa es la gran mentira de los nacionalistas, confundir no oficialidad con persecución”, ha insistido.
Para apoyar su afirmación, Laínz ha presentado múltiples recortes de prensa de los años 50 y 60 que recogen la edición de miles de libros, discos y revistas(como Dau al setSerra d’OrGerminabitCanigóOriflamaÀncoraPresència,Cavall FortTele-Estel, etc.) en las lenguas regionales. También ha recordado los múltiples concursos literarios en lengua catalana creados durante el franquismo, como el Joanot Martorell (1947), el Óssa Menor (1950), la Faràndula (1951), elVíctor Català (1953), el Aedos (1953), el Sant Jordi (1961), el Lletra d’Or (1956), el Ausiàs Marc (1959) y el Premi d’Honor de les Lletres Catalanes (1969), entre otros. Y ha recordado algunos datos curiosos, como el homenaje a Joan Maragall presidido por el dictador Franco en 1960, o la condena de ocho meses de cárcel dictada en 1968 contra el director de la revista Destino, Néstor Luján, por publicar una carta de un lector que podía ‘ofender a la lengua catalana, ya que se manifestaban en la misma opiniones contrarias a la enseñanza del catalán en las escuelas públicas’.
La contradicción de los defensores de la inmersión obligatoria
Por último, el conferenciante ha cargado contra el razonamiento de los nacionalistas de que la inmersión lingüística obligatoria exclusivamente en catalán es necesaria para “contrarrestar” ese supuesto “genocidio lingüístico”, lo que ha calificado como el habitual argumento del “pues anda que tú”. Para Laínz, este planteamiento refleja el “totalitarismo” de los nacionalismos y ha considerado inaceptable la “reeducación” que supone la denominada “normalización lingüística” que se aplica en las escuelas. Como prueba de la insostenibilidad de ese argumento, ha recordado que, durante la transición, los nacionalistas defendían, “con mucha justicia y con mucha razón, que la lengua materna es la mejor para enseñar a un niño”.
Para ilustrar la estrategia del nacionalismo en este sentido, ha traído una cita del libro Justificació de Catalunya (1958), del sacerdote Josep Armengou -alabado por Jordi Pujol : “No hay que perder ocasión para la catalanización persistente y paciente de los inmigrantes, especialmente los niños. No consentir que ningún catalán hable otra lengua que la catalana. [...] El solo hecho de haber nacido en Cataluña y ser padre de catalanes no es suficiente para ser catalán. No, no son catalanes los que rechazan la catalanidad y sus consecuencias. Los zorros y los sapos de nuestro país también han nacido en Cataluña y no decimos que sean catalanes. Pertenecen a la fauna mundial. Estos catalanes circunstanciales tampoco son catalanes. Pertenecen a la fauna española”.
“Pedagogía del odio”
El acto ha sido presentado por el presidente de Convivencia Cívica Catalana, Francisco Caja, y también ha contado con las intervenciones del diputado autonómico de Ciudadanos Jordi Cañas y del profesor universitario Pedro Antonio Heras. Caja ha destacado la utilización de la lengua por parte de los nacionalistas como “un marcador político” y ha subrayado que el libro de Laínz recoge con precisión y con gran cantidad de ejemplos la “pedagogía del odio” en que el nacionalismo ha basado toda su estrategia.
Heras ha criticado el “acomplejamiento” de la derecha española, que pasó del “Pujol, enano, habla castellano” que gritaban “algunos animales” tras la victoria del PP en 1996, a “hablar catalán en la intimidad” quince días después. También ha cargado contra el acercamiento de la Iglesia Católica al nacionalismo. Y ha lamentado la falta de unidad de las nuevas formaciones que son abiertamente beligerantes frente al nacionalismo, como Ciudadanos y UPyD.
Por su parte, Cañas ha reprobado la actitud de la Casa del Libro de Barcelona (Librería Bertrand), que incialmente iba a acoger la presentación pero que tras conocer el contenido del libro decidió rechazarla para “evitar problemas”, un hecho que ha calificado de “repugnante autocensura” que “hay que denunciar”. También ha reprochado “la imposición de la ideología nacionalista mediante la perversión de las palabras” ante la “pasividad” del resto de la población.

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