lunes, 18 de marzo de 2013

Prisioneros del catalanismo

Publicado en  El Blog de Guals
Es probable que los lectores del New York Times se hayan vistos sorprendidos por el artículo aparecido esta semana en sus páginas, firmado por Ricard González y Jaume Clotet. De pronto descubren una nueva nación en el Viejo Continente de la que nunca han oído hablar: Cataluña. Al parecer es un pequeño país con menos habitantes que el estado de Virginia, que los españoles conquistaron durante el siglo XVIII y tienen sometido y expoliado desde entonces. Los españoles ya se sabe, toda la vida igual.

En realidad la historia de Cataluña comienza mucho más atrás, obviamente. Nacida como un grupo de condados del Imperio Carolingio, se integrarán en la Corona de Aragón, renunciando el conde Barcelona a su nombre catalán –Ramón- a favor del muy aragonés Alfonso. Eso es catalanismo, sí señor. Con el paso del tiempo la Corona de Aragón acabará uniéndose dinásticamente a la de Castilla con el matrimonio de los Reyes Católicos, los mismos que financiaron a Colón para que descubriera en 1492 la patria de los lectores del New York Times (es un decir).
Aquellos fueron los buenos tiempos. España no sólo engendró conquistadores sino que dio al mundo genios universales de la talla de Cervantes, Velázquez o Francisco de Vitoria. España, una nación reconquistada al Islam, volvía a contener la invasión islámica de Europa derrotando a los turcos en la batalla de Lepanto, la filosofía florecía en Salamanca y nuestro país extendía la civilización occidental en los cinco continentes.
No duraron mucho. En el año 1640 España estaba en guerra con Francia. La totalidad de las fuerzas era aportada por Castilla pese a destinarse éstas a defender la frontera catalana. Cuando el valido del rey, el Conde-Duque de Olivares, propuso una “Unión de Armas”, es decir, la descabellada idea de que los catalanes participasen en su propia defensa,Cataluña se declaró independiente para –al cabo de una semana- pasarse al bando enemigo, nombrando Conde de Barcelona al rey francés Luis XIII. Esta traición fue aprovechada por la aristocracia portuguesa para nombrar rey al Duque de Braganza y declarar a su vez independiente a Portugal. España no se resistió, no hubo intentos serios de retener a los lusitanos puesto que se concentraron todas las tropas en Cataluña que, al fin y al cabo, era “cuna de España”. Cataluña fue francesa durante los siguientes doce años y pudo experimentar el centralismo de verdad.
El experimento pseudonacionalista de los catalanes le costó a España la unión con Portugal, y las colonias de éste, el Rosellón y la Cerdaña y dejó en los catalanes un profundo sentimiento de odio hacia Francia que volvería a brotar durante la Guerra de Sucesión a España.
En el Siglo XVIII se produce un cambio de dinastía en la Monarquía Española. Estalla una guerra entre las potencias de Europa de la que España es el principal teatro de operaciones. La mayor parte de España apoya al heredero francés que es coronado rey y se instala a vivir en Barcelona. Con el desarrollo de la guerra y tras la toma de Barcelona por el bando Austríaco, los catalanes traicionan al Rey que antes tanto aclamaron y apoyan al pretendiente Habsburgo. Esta vez no pretenden separarse de España sino que toda la nación acepte otro Rey.
Con el Tratado de Utrecht España perdería sus posesiones italianas, Menorca y Gibraltar, que hoy sigue en manos británicas. Al terminar la guerra las leyes históricas de Cataluña – también las de Castilla – serán derogadas y homogeneizadas. Se suprimirán los aranceles entre reinos y la potestad de éstos de acuñar moneda. Cataluña se desarrollará económicamente al permitírsele comerciar libremente con todas las posesiones de Castilla. Desde ese momento, la Historia económica de España será una sucesión de intentos de Cataluña por aislar la España y a su Imperio mediante medidas proteccionistas y aranceles. Como decía Stendhal durante un viaje por España en 1840 “a los catalanes les encantan las leyes que obligan a cualquier español a pagar tres francos por una vara de un mal paño catalán, cuando podrían obtener un magnífico paño inglés al precio de un franco por vara”. Como consecuencia de esta política proteccionista, una provincia española, Cuba, harta de que el gobierno le prohibiera exportar sus excedentes de producción a EE.UU. declararía su independencia de España en 1898.
El siglo XIX, fue un siglo de guerras civiles en España entre el bando liberal que deseaba un sistema democrático y moderno basado en una constitución y el bando carlista que deseaba – en pleno siglo XIX – el mantenimiento de las leyes y privilegios medievales. Los carlistas estuvieron asentados fundamentalmente en Cataluña y País Vasco constituyendo los antecedentes de los nacionalismos que hoy pretenden provocar una secesión en España.
El atraso secular de España, derivó a principios del siglo XX en un nuevo cambio de régimen proclamándose una República en España de la queCataluña, gobernada por un gobierno nacionalista y socialista (Europa años 30, ya saben), se declararía independiente en 1934. El gobierno de la República impidió la secesión y encarceló al gobierno rebelde.
En parte como consecuencia de la revolución del 34, estalló una nueva Guerra Civil en España. Tras la Guerra la dictadura del General Franco prohibió el uso del catalán en la Administración pero no su uso privado y la literatura catalana vivió su verdadero siglo de oro con autores como Josep Plá, José María de Segarra o Jaime Vicens Vives viviendo en Cataluña y publicando sus magistrales obras en catalán. La pintura catalana floreció con Miró y Dalí como nunca lo había hecho antes y Barcelona prosperó más que el resto de España en perfecta sintonía, dentro de su tradicional conservadurismo, con las ideas del Dictador.
Ahora España, se enfrenta a la peor crisis económica de su historia. Cataluña es una región importante dentro de España. No es la más rica ni la que más impuestos paga pero es España desde que nuestro país se llama así. La mayoría de los catalanes no son secesionistas, el apellido más común es García y el idioma más hablado – por delante del catalán y pese a un sistema político y educativo que lo persigue – es el español.
La propia Cataluña ha visto sus cuentas públicas en situación de bancarrota, su deuda en calificación crediticia de bono basura y su acceso a la financiación cerrado. Los nacionalistas catalanes culpan a España de la quiebra diciendo que Cataluña es expoliada fiscalmente pero la realidad es que, a día de hoy, Cataluña –esa pequeña nación con menos habitantes que Virginia- cuenta con siete canales públicos de televisión pagados por el contribuyente, ochenta y ocho empresas públicas, unos cien consorcios, fundaciones e institutos y 324.549 empleados públicos (fuente:@absolutexe) aproximadamente el doble que el estado de Virginia.Es cierto que existe un expolio pero es al que los políticos nacionalistas someten a los ciudadanos de Cataluña.
Pese a todo, la clase dirigente catalana trata de obtener réditos políticos y poder económico con la amenaza de la independencia, manipulando al pueblo catalán a través de la televisión pública regional y de un férreo control de la enseñanza escolar.
Hoy los nacionalistas catalanes vuelven a querer imponer su modelo al resto de los españoles. Quieren un pacto fiscal, dicen, o si no un referéndum de independencia, a la vez que con total desvergüenza exigen 5.000 millones de euros. Por mi parte creo que no hay alternativa, ya les hemos dado medio mundo y un siglo entero de nuestro desarrollo, ya no nos queda más que darles.

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