Publicado en el Blog Principios/Marta Yolanda Diaz-Durán.A.
Dentro del grupo de anticonceptos preferidos y más usados se encuentra el nacionalismo, en nombre del cual se cometieron los mayores crímenes del siglo pasado. Hitler, Mussolini, Stalin, Mao, Pol Pot… eran nacionalistas. Invitaban a la gente a morir por una abstracción que solo los beneficiaba a ellos y su círculo cercano. Y quienes se atrevían a cuestionarlos eran condenados a morir o al exilio. El “Reino del Terror” de Robespierre parece un paraíso al lado de las barbaridades que los que enarbolan la bandera del nacionalismo han cometido.
Millones han muerto sin saber por qué. Millones han muerto en guerras de saqueadores que se pelean el poder. Millones han muerto solo para favorecer a quienes los han esclavizado, los han expoliado y los han maltratado. Algunos hasta, ingenuamente, han ido gustosos a encontrar la muerte, porque les han vendido la idea de que es un acto glorioso en favor de su nación, sin preguntarse qué es la nación ni quién es el verdadero beneficiario de su acción.
Todavía amo vivir en Guatemala. A pesar de la creciente incertidumbre y la violación constante a los derechos de los habitantes de mi país. A pesar de que los principales violadores de esos derechos son los gobernantes que, irónicamente, deberían protegerlos. Valoro el tiempo pasado en mi terruño. Me aferro a todo aquello que he construido en este pedazo de tierra donde descansan los restos de mis seres queridos que hoy viven entre mis recuerdos más preciados.
Todavía amo vivir en el país donde nací, porque aquí se encuentran mis valores más queridos: mi familia, mis amigos, mis empresas. Por todas esas personas que me muestran su cariño día a día y cuyos rostros nunca he visto, pero con quienes comparto el sueño de vivir en una Guatemala diferente. Por todos esos lectores, oyentes y televidentes que sin conocerlos son ya parte de mi vida. Yo moriría luchando por defender los derechos individuales míos y de mis valores. Pero nunca lo haré por un discurso político y manipulador que se aprovecha de la ignorancia de muchos, del deseo de la mayoría de ser parte de una sociedad y de la benevolencia propia del ser humano honesto. No vivo ni muero por una ficción.
El presente artículo fue publicado el lunes 17 de septiembre de 2012 en el diario guatemalteco Siglo Veintiuno.
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