Viendo en TV algunas imágenes de la cadena humana realizada el 11 de septiembre en Cataluña, fui una vez más consciente de la estrecha relación entre nacionalismo y estética. Personas jóvenes a mi alrededor sin ninguna convicción nacionalista estaban impresionadas por la magnitud estética y festiva del evento. No hay que negarlo, ver a centenares de miles de personas en un ambiente festivo envueltos en banderas y en muchos casos vestidos con las mismas camisetas podía incluso dar pie a que algunos jóvenes sintieran una cierta envidia por no estar presentes en la fiesta multicolor. Por suerte, para muchos, todavía la razón está por encima de las emociones y de la estética.
No voy a entrar en la polémica en cuanto al número de personas presentes en la cadena. Se sabía que eran necesarias unas 300.000 personas para completarla. Los primeras estimaciones llegaron a las 600.000 personas y con el paso de los días se fue consumando la clásica escalada: un millón, un millón y medio y últimamente ya se habla de dos millones. Supongo que el límite serán los 7,5 millones de catalanes ya que yo no estaba y no me pueden contar. Como sin duda ocurre con algunos millones de personas más.
Lo cierto es que fue una fiesta de una gran vistosidad. La estética, como siempre hace el nacionalismo, estuvo muy bien cuidada. Como espectáculo televisivo fue excelente. El despliegue de medios de TV3 fue excepcional. Los medios subvencionados todavía hoy, casi un mes después, van haciendo concursos fotográficos sobre las mejores imágenes...etc. El dinero público da para mucho.
El nacionalismo tiene muy claro que hay que alejar a las personas de su individualismo racional y hay que sumergirlas en el grupo, en una fiesta de colores, himnos, proclamas, teórico compañerismo y , sobre todo, hay que definir un enemigo. El enemigo es España .
Como ha afirmado recientemente el premio Nobel Mario Vargas Llosa, el nacionalismo es el regreso a la tribu. En la tribu el individuo se sentía protegido porque formaba parte de un ente capaz de enfrentarse a entes distintos. La evolución permitió que la persona fuera consciente de su valor intrínseco, de que podía ser un ente individual y que era mucho más que una mera parte de un grupo.
El nacionalismo intenta regresar a ese grupo cerrado, a ese grupo tribal, el cual pretende mantener homogéneo a lo largo de los siglos manipulando la Historia cuando es necesario.
El regreso a la tribu se ayuda con la homogeneidad, con la "razón colectiva", con las grandes demostraciones con un planteamiento único. Con la sensación de que estamos ante iguales y que tenemos un enemigo común. Con la estética de las masas uniformes.
La preocupación del nacionalismo por la estética ha sido bien evidente a lo largo del siglo XX. Cualquiera puede recordar la estética de las demostraciones nacionalistas vividas a lo largo de ese siglo.
En la misma España Franco reunía el 1 de octubre de 1975 a 700.000 personas en la Plaza de Oriente que sumergidas en el espíritu de tribu llegaron a clamar "al paredón" "al paredón" apoyando la decisión del dictador de aplicar la pena de muerte. Por suerte España ha evolucionado mucho desde entonces. Tenemos una Constitución que garantiza los derechos humanos y somos seguramente uno de los paises con menos fiebre nacionalista. No vivimos como EEUU y tantos países pegados a la bandera. Por no tener no tenemos ni letra para nuestro himno. Y no pasa nada.
Otra cosa es que no no nos defendamos cuando el nacionalismo local pretende crear fronteras entre nosotros.
Las tribus hace tiempo que han sido superadas en Europa. Incluso hemos conseguido que en gran parte de nuestro continente desaparezcan las fronteras para centenares de millones de personas. La estética está muy bien para los espectáculos, pero no nos debe influir la utilización polìtica que hace de la misma el nacionalismo . Mucha estética y poco contenido intelectual.
Publicado por LIBERTADUNICO
No hay comentarios:
Publicar un comentario